Si hija de mi amor mi muerte fuese,¡qué parto tan dichoso que seríael de mi amor contra la vida mía!¡Qué gloria, que el morir de amar naciese!Llevara yo en el alma adonde fueseel fuego en que me abraso, y guardaríasu llama fiel con la ceniza fríaen el mismo sepulcro en que durmiese.De esotra parte de la muerta duravivirán en mi sombra mis cuidados,más allá del Lethe mi memoria.Triunfará del olvido tu hermosura;mi pura fe y ardiente,de los hados;y el no ser, por amar, será mi gloria.Comentario:El autor, Francisco de Quevedo, al que he presentado en el comentario del poema anterior: “Amor constante más allá de la muerte”, perteneció al Siglo de Oro, al siglo XVII, al periodo barroco como he comentado y vamos a seguir comprobando en este nuevo poema. Sus estudios demuestran su interés por el conocimiento y su obsesión por conocer al ser humano, de hecho en los dos poemas vemos su necesidad de profundizar en su concepto del amor. Fue un gran humanista. Quevedo crea y practica el Conceptismo, del que fue su máximo representante y el Culteranismo que comparte con Góngora. Veamos cómo lo utiliza en este segundo poema.“Si hija de mi amor la muerte fuese” es otro soneto que pertenece también a la lírica amorosa de Francisco de Quevedo. Este soneto habla de nuevo de la victoria del amor ante la muerte y también de la conservación de la memoria de ese amor, como hemos visto en el poema anterior, no sucede así en otros donde el amor es inalcanzable. En este poema parece que la intención del autor es demostrar que el sentimiento amoroso puede vencer a la muerte y con ello superar la angustia vital en la que vive el poeta.El soneto empieza con un verso en condicional “Si hija de mi amor la muerte fuese…”, dice que si la muerte fuese hija, fruto, consecuencia de su amor, “¡qué parto…!”, que nacimiento, “tan dichoso”, tan bonito, tan deseado sería. Y exclama “¡Qué gloria, que el morir de amar naciese!”, que lujo, que suerte, que esta, la muerte, pudiera nacer del amor. En el segundo cuarteto asegura que él, el poeta, conservaría “el fuego en que me abraso”, figura petrarquista del amor, y lo llevaría con él al sepulcro, junto a los restos del cuerpo y la ceniza, “guardaría su llama fiel”. Se produce un juego de palabras entre morir y amar que muestran el espíritu contradictorio del Barroco.El primer terceto nos dice que después de la muerte, seguirán sus cuidados y conservará su memoria: “y más allá del Lete mi memoria”, como defiende en “Amor constante más allá de la muerte”, ya que una de las consecuencias de beber agua del ese río era perder la memoria, entrar en el olvido, pero él supera esa condición. Finalmente en la última estrofa afirma que seguirá triunfando la hermosura de la amada, y añade que el simple hecho de morir de no ser, no existir, por amor, “será mi gloria”. El amor ha quedado impreso en el alma y dura después de las cenizas. Otro juego de palabras y una paradoja típica conceptista: el no ser, será, es decir, el amor hará que el no ser (la muerte) del poeta llegue a ser su gloria.Este poema es un soneto, por lo tanto, y como hemos ido viendo se divide en dos cuartetos y dos tercetos, formando un total de catorce versos endecasílabos, de rima consonante, 11A/11B/11B/11A 11A/11B/11B/11A 11C/11D/11E 11C/11D/11E. Como acabo de explicar en el párrafo anterior en los dos primeros cuartetos expresa su deseo de que el amor perdure y en los tercetos la necesidad de que la memoria persista y triunfe la belleza del amor respecto al olvido.Respecto a la forma y a las figuras retóricas utilizadas por el poeta, nos encontramos con dos contundentes exclamaciones en el primer cuarteto: “¡qué parto tan dichoso que sería/ el de mi amor contra la vida mía! y ¡Qué gloria, que el morir de amar naciese!”, ambas exclamaciones expresan de manera hiperbólica dos ideas muy deseadas expresadas en un tono exagerado, y las dos son dos fuertes personificaciones. Otras figuras retóricas son la antítesis en el verso cuarto, “¡Qué gloria, que el morir de amar naciese!”, junta dos ideas opuesta, dos conceptos totalmente diferentes, el nacimiento y la muerte; también hay antítesis en “y el no ser,…, será mi gloria”, la antítesis y los contrastes le gustan a Quevedo porque justifican el momento inestable y crítico de su época, también sus exageraciones o hipérboles, y en cierta medida el hipérbaton: “Si hija de mi amor mi muerte fuese”, “más allá del Lete mi memoria” y “y el no ser, por amar, será mi gloria”, desorden gramatical que refleja el desorden general.Morfológicamente, encontramos sustantivos abstractos como amor, muerte, gloria, alma, fuego, sombra, memoria, olvido, hermosura, fe, hados (figura mitológica que ya hemos visto referida anteriormente, “y más allá del Lete mi memoria”), que por su abundancia podemos pensar que el poema está reflexionando sobre todos ellos y relacionados entre sí. Los verbos expresados en subjuntivo (fuese, naciese, llevara, fuese y durmiese) en los dos primeros cuartetos expresan el deseo de esa primera oración condicional: “Si hija de mi amor…” que se resuelve en los dos tercetos con verbos en futuro (vivirán, triunfará y será). Vale la pena destacar el uso de dos determinantes unidos en uno solo: “esotra” que aparece como una de las formas menos evolucionadas del lenguaje del autor.El léxico como se ha dicho antes destaca por los sustantivos abstractos y algunos de ellos simbólicos comentados anteriormente. El simbolismo sigue rodeando la idea de la muerte y la pervivencia de la hermosura y del amor después de la muerte, conservada gracias a la memoria.El estilo conceptista de Quevedo nos expresa unas reflexiones profundas sobre el amor con cierta influencia neoplatónica. Identifica el amor con la llama de fuego que quema y transforma al enamorado, esta idea la adquiere de la poesía petrarquista y la vemos en el segundo cuarteto; aunque Quevedo exagera “me abraso” como se ha dicho antes, pero la lleva al extremo, a la hipérbole absoluta “guardaría/ su llama fiel con la ceniza fría/ en el mismo sepulcro en que durmiese” no me imagino a Petrarca, ni a Garcilaso, expresando su pasión en esos términos, tan oscuros y tétricos por otra parte, contradictorios y pesimistas al pensar siempre en la muerte. En Quevedo triunfan el artificio, la intensificación, la tendencia a los extremos, lo extravagante,… con el objetivo de provocar admiración o de provocar simplemente, ejercicio que llevó a cabo el poeta a lo largo de su vida con amigos y contra enemigos y que le proporcionó, como se ha dicho en la introducción, bastantes días de cárcel y no pocos de sufrimiento. Como se ha dicho al hablar del significado del poema, el último verso hace referencia a esa estilo conceptista, juegos de palabras, paradojas y contradicciones: “el no ser, será”, es decir, el amor hará que el no ser (la muerte) sea su gloria. Es, quizás, uno de los momentos más significativos de ese estilo conceptual en este poema.Culteranismo y conceptismo son los dos estilos que consiguen esta renovación, uno en la forma y otro, en el contenido. Belleza formal y ornamental y búsqueda de significados nuevos y profundos. Esa búsqueda de la verdad y esas extravagancias conceptuales fueron admiradas e imitadas por muchos poetas posteriores.Comentario por: Don A.T.
dimecres, 8 de juny del 2016
Comentario "Si hija de mi amor la muerte fuese"
COMENTARIO DE TEXTO "SI HIJA DE MI AMOR LA MUERTE FUESE" POR FRANCISCO DE QUEVEDO
Comentario "Cerrar podrá mis ojos la postrera"
COMENTARIO DE TEXTO "CERRAR PODRÁ MIS OJOS LA POSTRERA" POR FRANCISCO DE QUEVEDO
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevaré el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa:
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Comentario:
Francisco de Quevedo, autor del
presente poema, nació en Madrid el 14 de septiembre de 1580, mayormente
conocido por su obra poética, perteneció al siglo XVII, Siglo de Oro. Estudió
Filosofía, Francés, Italiano y Lenguas Clásicas; en 1600 en Valladolid estudió
Teología y Patrística. La realidad política y social de su época despertó en
Quevedo un fuerte sentimiento de desengaño y pesimismo, que inundó toda su obra
tanto en prosa como en verso. Murió en Villanueva de los Infantes el 8 de
septiembre de 1645, enfermo y atormentado, después de haber pasado por la
cárcel y de haber vivido una madurez que cada vez fue más crítica y más
infeliz.
“Cerrar podrá mis ojos la postrera”,
también llamado “Amor constante más allá de la muerte” es un soneto que forma
parte de la obra poética amorosa del autor Francisco de Quevedo, publicado en
1620.
El tema
principal del soneto es la constancia del amor después de la muerte, es decir
su pervivencia más allá de la muerte. El tema se describe muy bien en el último
verso del poema: “Polvo serán, mas polvo enamorado”, donde dice que al final
todo lo físico se convertirá en polvo, en nada, aun así este polvo, será un
polvo con sentimientos, un polvo vivo, un polvo enamorado.
Este texto está dividido
en dos cuartetos y en dos tercetos, por lo tanto sigue la estructura de un
soneto. Está formado por versos endecasílabos y de rima consonante 11A/11B/11B/11A
11A/11B/11B/11A 11C/11D/11C 11C/11D/11C.
A lo largo del
poema podemos encontrar múltiples
figuras retóricas como son: el hipérbaton, que es la alteración del orden
lógico en la estructura gramatical de una frase, como podemos comprobar en “Cerrar
podrá mis ojos la postrera sombra”, “venas que humor a tanto fuego han dado” y
en otros versos a lo largo del soneto; también podemos encontrar alguna
metáfora como en el segundo verso, “el blanco día”, que se refiere a la
eternidad, ya que aquí blanco representaba la muerte; la sombra también representa la
muerte, y la llama, el amor. En la segunda estrofa se refiere al olvido como la
memoria que arde en el agua del río, como vida, más tarde vuelve a identificar
el olvido con la ley severa. Encontramos alguna personificación: “mas polvo
enamorado”, como podremos deducir el polvo no puede enamorarse, así que este
polvo se está refiriendo a otra cosa, en este caso al alma, que a su vez
también es una personificación y una metonimia (la parte por el todo). También hay aliteraciones, repetición de sonidos parecidos en un verso: “Polvo
serán, mas polvo enamorado”, se repiten mucho las vocales “o” y “a”, y la “r”
en “Cerrar podrá mis ojos la postrera/ sombra”; encontramos un encabalgamiento,
estas dos figuras: la aliteración y el encabalgamiento en el primer verso hacen
que el principio del soneto sea muy intenso, empieza con mucha fuerza.
Respecto a la
morfología, es decir, las clases de palabras que ha elegido el poeta, podemos
destacar dos verbos principales en el primer cuarteto: cerrar (cerrar la
postrera sombra) y desatar (desatar esta alma mía) que son dos infinitivos que
funcionan como si fuera una sentencia para el resto del poema. Por otra parte postrera sombra, blanco día y polvo enamorado
son adjetivos con mucha carga simbólica. Por tanto también podemos hablar de un
léxico con carga simbólica.
El poema está escrito en
primera persona del singular para expresar las ideas sobre el amor del poeta,
por tanto es un poema lírico. La forma de este poema ya la he explicado en la
estructura, donde he hablado de algunas figuras retóricas como el hipérbaton,
las metáforas, la personificación y alguna aliteración. Y para darle una mayor
carga significativa el autor usa algún un tópico literario, como el que
contiene el tema principal, “Amor post mortem”, el amor después de la muerte,
en el que incluye algunas referencias a la cultura griega como el mito del río
Lete, y la importancia de los cuatro humores en la salud de los griegos.
En el primer cuarteto
dice que la última sombra, la muerte, podrá cerrar sus ojos; continúa diciendo
que alcanzará el blanco día, color que simbolizaba la muerte, pues el tono
pálido que crea representa lo fantasmal de la muerte; e insiste en la idea,
diciendo que cuando alcance el blanco día su alma se liberará del cuerpo
ansioso.
El yo poético empieza el
segundo cuarteto hablando del siguiente mito griego: los griegos creían que
para entrar en su inframundo debían pasar el río Lete donde supuestamente se
encontraba su entrada, pero para conseguir reencarnar el alma debían beber de
su agua, lo que además les provocaba un olvido total. En este cuarteto, el
poeta afirma que solo en la ribera podía arder la memoria, es decir, solo en el
río se puede conseguir el olvido, sin embargo él pierde el respeto a la ley severa, que es el olvido, y se niega
a perder su memoria.
Quevedo, en el primer
terceto, se queja de que su alma haya sido prisionera de su cuerpo durante toda
su vida y de que sus humores y las médulas hayan contribuido a la expresión de
su amor: “venas, que humor a tanto fuego han dado” (teoría de los cuatro
humores que se usaba desde los griegos: bilis negra, bilis, sangre y flema), y
“médulas, que han gloriosamente ardido”.
Finalmente en el último
terceto el autor empieza con estas palabras “su cuerpo dejarán”, tendría más
sentido escribirlo en singular ya que supuestamente se refiere al alma, la que
dejará y se liberará del cuerpo. Todo se convertirá en cenizas y por lo tanto
serán polvo, pero no solo polvo, sino un polvo enamorado, después de la muerte del cuerpo el alma sigue
amando, puesto que conserva la memoria del amor, que el autor se ha negado a
olvidar.
Quevedo fue un hombre
apasionado como demuestra su poesía amorosa, aunque ha sido calificado como
misógino, pero a pesar de su antifeminismo, que fue muchas veces expresado por
él, como dice Dámaso Alonso, fue “el más alto poeta de amor de la literatura
española” 1
y es cierto que
alguno de sus poemas amorosos son bellísimos y profundos. En su poesía amorosa une algunos tópicos
tradicionales que proceden del neoplatonismo o el petrarquismo, los cuales
reinventa gracias a su lenguaje innovador. Quevedo recurre también a temas
clásicos como el origen y los efectos del amor, la belleza de la amada, el goce
de amar, pero, sobre todo, insiste en el sufrimiento de quien ama. La angustia
amorosa lleva a un amor inmortal, con el que se enfrentan lo efímero y lo
eterno, y en el que la poesía amorosa se parece a la poesía moral en la medida
en que el autor habla de su idea sobre las costumbres amorosas tal como él las
entiende en un siglo complejo, empobrecido y en crisis, donde, a pesar de todo,
el recuerdo del amor, lo aprendido de él, en cierto modo puede salvar a quien
es capaz de amar, así lo demuestra el poema que se acaba de comentar, uno de
los poemas líricos más conocidos, que acaba con el verso que muestra el triunfo del amor ante la
muerte y el tiempo: “Polvo serán, mas polvo enamorado”, que es la gran lección
de este poema.
Don Francisco de Quevedo
cambió la imitación renacentista por la invención barroca; frente al equilibrio
y la harmonía renacentistas, triunfan el artificio, la intensificación, la
tendencia a los extremos, lo extravagante,…con el objetivo de provocar admiración.
Culteranismo, cuyo máximo
representante fue Góngora, y Conceptismo,
cuyo máximo representante fue Quevedo, son los dos estilos que consiguen esta
renovación, uno en la forma y otro, en el contenido. Belleza formal y
ornamental pero, sobre todo, búsqueda de
significados profundos, esta última idea fue la que hizo de este autor uno
de los poetas más importantes de su época y de la literatura española.
1 Quevedo,
Francisco de; Antología poética, Colección Clásicos Españoles, (El País),
páginas 11-13, 2005.
Comentario por: Don A.T.
dimarts, 7 de juny del 2016
Comentario "Ya formidable y espantoso suena"
COMENTARIO DE TEXTO "YA FORMIDABLE Y ESPANTOSO SUENA" POR FRANCISCO DE QUEVEDO
Ya formidable y espantoso suena
dentro del corazón el postrer día,
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena,
la muerte en traje de dolor envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
¿Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar, piadosa, viene
espíritu en miserias añudado?
Llegué rogada, pues mi bien previene;
hallame agradecido, no asustado;
mi vida acabe y mi vivir ordene.
Comentario:
Francisco de Quevedo, autor
madrileño del soneto “Ya formidable y espantoso suena”, fue un poeta barroco del famoso Siglo de
Oro español, considerado uno de los mejores escritores de la literatura
española. Fue uno de los máximos exponentes y representantes del conceptismo,
corriente de la literatura barroca en la que las palabras utilizadas adquieren
un gran valor en cuanto a significado, metodología representada por la
expresión francesa mot juste que se refiere a la búsqueda del máximo
significado con el uso mínimo de palabras. En este soneto, Quevedo ofrece una
visión de la muerte como a ángel liberador, perspectiva muy utilizada por
autores de su mismo tiempo. No obstante, anteriormente en la historia no se
había concebido siempre así. Para escritores renacentistas, la idea de la
muerte representaba el final de una vida llena de placeres y gozo, que suponía
el final del tópico característico del renacimiento, el Carpe Diem. Previo a la ideología
renacentista, estaba la medieval o de la Edad Media, que siendo una visión con
gran influencia religiosa también se veía a la muerte como a liberadora, dando
comienzo a una nueva vida en los dominios del dios adorado. Así pues, en este
poema se ven implícitos ambos elementos, tanto el conceptismo barroco
característico de Quevedo como la figura de la muerte percibida como a
salvadora de una vida llena de desgracia. Cabe destacar, que este poema fue
escrito en la parte final de su vida, donde se veía ya próximo a la muerte.
El poema es un soneto clásico,
formado por dos cuartetos y dos tercetos. En cuanto a estructura interna, se
pueden establecer un total de cuatro partes, claramente diferenciadas ya que a
final de cada estrofa hay un punto que marca el final de dicha parte. La
primera parte pues, la conformaría únicamente el primer cuarteto. Para iniciar
el soneto, el autor presenta a alguien o algo, cuyo nombre el lector no sabe
hasta el segundo cuarteto. Empieza esta descripción con dos adjetivos,
contradictorios, que desconciertan aún más al lector. Al presentar elementos
como “el postrer día” (el último día), “la última hora” o de “sombras llena”,
el lector puede llegar a descifrar el enigma del autor y llegar a la conclusión
de que el elemento presentado es la muerte. Debido a la gran adjetivación
presente en este cuarteto, el autor está dotando desde un principio al poema
con un tono oscuro y pesimista, característico del barroco. En esta parte,
todavía no se presenta a la muerte como a liberadora, sino que se hace una
descripción del momento en el que suele llegar ésta. Pasando ya a la segunda
parte o segundo cuarteto, se empieza a hablar de la muerte como tal, de manera
que, como buen poeta barroco, es presentada como a salvadora. Dice de ella que
“agradable descanso” trae, de una manera cortés y hasta con más caricia que
pena. En resumen, esta segunda parte muestra como Quevedo hasta desea la
muerte, ya que habla de ella sin miedo, dotándola de cualidades positivas que
un poeta renacentista nunca habría consentido. Cabe añadir, que esta segunda
parte guarda cierto parecido con el famoso poema de Jorge Manrique “Coplas a la
muerte de su padre”. La tercera parte o primer terceto es en su totalidad una
pregunta retórica. En este terceto el poeta viene a decir que no hay que tener
miedo a la muerte pues no es otra cosa que un espíritu que a rescatar al poeta
viene de una decadente España. Es en este terceto donde se ve de la manera más
clara, que sin lugar a dudas es un poema barroco. Quevedo presenta la muerte
como a salvadora, que viene a dar piedad al poeta. La última parte o segundo
terceto, viene a ser un resumen en forma de conclusión de lo que ha dicho el
poeta en las otras tres partes. El primer verso de esta parte, hace entender al
lector que la muerte llega por que el poeta se lo había pedido, ya que todo mal
hace acabar (símil al segundo cuarteto). El segundo verso, expone que el poeta
se halla hasta agradecido de que venga, y no asustado como nos podríamos pensar
(símil al primer terceto). En el tercer verso del terceto y último del poema,
Quevedo transmite lo que de la muerte espera, que acabe con su desgraciada vida
y que así su consciencia libere y ordene.
El poema consta de 14 versos
endecasílabos (arte mayor), dividido en dos cuartetos y dos tercetos, por lo
tanto con estructura de soneto. La rima es asonante durante todo el poema, con
un esquema de ABBA ABBA CDC DCD. Hay que
destacar en líneas generales la riqueza en cuanto a figuras retóricas, ya que
es obra de un poeta del conceptismo como Quevedo, máximo representante de éste.
En cuanto al plano fónico se refiere, hay dos encabalgamientos en los versos 3
y 4 con el motivo de dar énfasis a la palabra que viene a continuación. De esta
manera, dota también de cierta complejidad a la frase, característica típica
del Barroco. Hay que destacar en líneas generales, pasando ya al plano
morfosintáctico, el abundante uso de hipérbatos. De hecho, no hay frase en el
poema cuyo orden no se haya visto alterado. Este hecho dice mucho del poeta, que
cambiando el sentido lógico de las frases proporciona al poema cierta
complejidad, y hace más tediosa la tarea de comprensión de éste. De esta
manera, el poema solo puede ser entendido en su plenitud por aquellos que se
detengan y lo analicen minuciosamente. En el segundo terceto, hay un doble
epíteto en el primer verso, para indicar cuan buena y tranquila es la acción de
la muerte. Relacionado con la acción liberadora de la muerte, en el último
verso del poema, el poeta se vale de un paralelismo, comparando e igualando el
concepto del final de su vida con el de la acción de ordenar su vida,
recordando al lector que la muerte no tiene malicia. En este último terceto,
hay también una sucesión de verbos (“llegué”, “previene”, “halleme”, “acabe” y
“ordene”). Ésta dota al último terceto de cierta rapidez, que se asemeja a la
velocidad con la que llega la muerte, que el poeta en sus últimos días veía tan
próxima. Para tratar el abstracto tema
de la muerte, pasando de esta manera al plano léxico, el autor decide
personificarla durante todo el poema (“la muerte en traje de dolor envía,), de
manera que sea más sencilla el transmitir su acción salvadora al lector. Por último, cabe destacar la manera en la que
Quevedo empieza el poema, con una antítesis de los adjetivos “formidable” y
“espantoso”. Con este recurso, el autor transmite al lector como él ve la
muerte de una manera buena, positiva mientras que mucha gente, empezando por
aquellos todavía con mentalidad renacentista, la sigue viendo como a
destructora y origen de sus miedos.
Es un poema corto, pero debido al
conceptismo barroco que tan presente estaba en la obra de Quevedo es a su vez
un poema con extenso significado. El poeta logra expresar con solo 4 estrofas
un concepto tan grande como es el de la muerte. El lector cuando acaba de leer
el poema, necesita una segunda o incluso tercera lectura si quiere llegar a una
comprensión total de éste, pues al puro estilo barroco el soneto en cuestión
está escrito de manera enrevesada. El poema es un claro ejemplo de la visión
barroca de la época, personificando a la muerte y haciendo de ella un personaje
benévolo, librador de una vida desgraciada y de una sociedad que se encuentra
en decadencia.
diumenge, 5 de juny del 2016
Comentario "¡Ah de la vida!"
COMENTARIO DE TEXTO ¡AH DE LA VIDA! POR FRANCISCO DE QUEVEDO
Comentario:
Me gustaría comentar antes, que para realizar un buen comentario de un poema no es necesaria la extensión de éste, que es quizás un tanto excesiva.
Francisco de Quevedo, autor madrileño del soneto “Ah de la vida”, fue un poeta barroco del famoso Siglo de Oro español. Era conocido por su enorme cultura y su implicación crítica en la política de los Austrias. De esta manera, en gran parte de su obra existe una crítica tanto hacia la sociedad del momento como hacia el poder regente de su época. En este poema en particular, se puede apreciar esa denuncia social tan característica de la autor, escondida tras unos versos que obligaran al lector a reflexionar si quiere llegar a ella. Cabe añadir que el soneto en cuestión forma parte del libro recopilatorio “El Parnaso español y musas castellanas” publicado en 1648.
El poema es un soneto clásico, formado por dos cuartetos y dos tercetos. En cuanto a estructura interna, no se puede establecer una clara división debido a una carencia de argumento o historia en la que hechos acontecen cronológicamente. Sin embargo, se puede apreciar una división en 3 partes, según las unidades temáticas que forman los versos. La primera parte está formada por los dos cuartetos. Para iniciar el soneto, el poeta hace uso de la forma “¡Ah de la vida!”, procedente del grito marinero “¡Ah del barco!” que se emplea en alta mar para pedir atención desde embarcaciones. Asimismo, Quevedo hace un símil pidiendo atención a la vida, pero con la interrogación siguiente da a entender que no recibe respuesta alguna. Ya en el segundo verso, el poeta quiere dar una imagen al lector de hombre mayor, con experiencia y por tanto con salud delicada, mediante el uso de la palabra “antaños” (errónea gramaticalmente, claro desvío de la norma) para referirse a todos los tiempos pasados que ha vivido. Después de todo lo que ha vivido y de lo que ha sufrido, ahora que es mayor no recibe nada a cambio mientras que hidalgos que no han trabajado viven sin problema alguno. A continuación, en el verso tercero menciona y personifica a “La Fortuna”, que puede ser favorable o desfavorable pero que en este caso, debido al verbo “ha mordido” que tiene una connotación negativa, hace entender que le ha ido mal en la vida. Ya en el cuarto verso, personifica a “las Horas”, refiriéndose al tiempo, para transmitir al lector cómo el tiempo ha pasado y cómo en él se ven rasgos de locura, a consecuencia de su mala vida. Esta locura, es un rasgo típico del poeta barroco, que resultante de una vida trágica, dicen de ellos mismos que acaban aconteciendo desequilibrados o locos. En el segundo cuarteto, versos 5 y 6, Quevedo mediante una exclamación retórica vuelve a mostrarse como una persona mayor, y de salud frágil preguntándose a donde han huido tanto la salud como la edad, otra vez personificando ambos. En el verso 7, el poeta hace uso de dos elementos similares y casi contrarios. Mientras le “Falta la vida”, porque ya es mayor y la muerte está cerca, también le “asiste lo vivido”, recordando al lector que las vivencias de su infortunada vida recuerda y le hacen daño. Ya en el último verso de la primera parte, el autor cierra la unidad temática mediante el uso de una palabra, “calamidad”, que es un claro ejemplo del conceptismo de Quevedo ya que alberga en ella un significado mayor que si hubiera escrito palabras como desgracia o desdicha que son sinónimas. “Calamidad” agrava el sentido del verso, transmitiendo al lector que en él ahora todo son perjuicios y deterioro. En resumen, esta primera parte es un claro ejemplo del tópico literario propio del Barroco, el Tempus Fugit, en la que Quevedo expone su situación, donde el tiempo y la salud han abandonado ya su anciano cuerpo y le han llevado a la locura. La segunda parte la forma únicamente el primer terceto, de vital importancia ya que contiene el verso clave del poema. Este terceto, el poeta empieza por personificar tres adverbios de tiempo, mañana, hoy y ayer con el fin otra vez de transmitir la idea del paso del tiempo y su vertiginosidad. Con esto, Quevedo quiere expresar que no existe el ahora, el tiempo pasado ya ha acabado y el hoy también acabará, igual que hizo el ayer. A diferencia de la primera parte en la que el poeta expresa el paso efímero de la vida con el tópico del Tempus fugit, en esta segunda parte utiliza el tópico de Vita punctum est. Finalmente, para acabar esta segunda parte o primer terceto, Quevedo escribe el que es el verso clave del poema, que define su tema principal. Personificando el verbo ser en esta ocasión, en futuro, en pretérito perfecto simple y en presente transmite de qué manera, queriéndolo o no, todo el mundo pasa por el ayer, el hoy y el mañana. Pero él, siendo un poeta Barroco, que como ha explicado antes es ya mayor y débil, transmite el pesimismo característico de la época con la palabra “cansado”, con connotación negativa. Con este verso clave, el poeta quiere transmitir al lector la impotencia que siente respecto la sociedad que le rodea, una España en la que domina el modo de vida del hidalgo, no se trabaja y se vive de rentas. Así pues, esta segunda parte representa una crítica a la sociedad del momento, desde el pesimismo barroco. Por último, la tercera parte del soneto la compone el segundo terceto. En éste, se juntan las personificaciones del hoy, el mañana y el ayer (las mismas que las mencionadas en el verso 11) con una contraposición de ideas, “pañales y mortaja”, refiriéndose a la etapa de la vida en la que se hace uso de estos (infancia y vejez). De esta manera, juntando la infancia y la vejez, expresa la brevedad de la vida. Para acabar el poema, dice de él mismo que no es otra cosa que “presentes sucesiones de difunto”, queriendo expresar igual que en el primer cuarteto que la vida para él ya ha pasado, y ahora no le espera otra cosa más que la muerte. Cabe destacar el papel de la muerte en el poema, que debido a una vida llena de desgracia, transcurrida en tiempos de desengaño y un país en decadencia, actúa como a liberadora. También es destacable la última palabra utilizada por el autor, “difunto” que cierra así el poema de una manera contundente, sin que quede duda alguna sobre su posición respecto los temas planteados.
El poema consta de 14 versos endecasílabos (arte mayor), dividido en dos cuartetos y dos tercetos, por lo tanto con estructura de soneto. La rima es asonante durante todo el poema, con un esquema de ABBA ABBA CDC DCD. Hay que destacar en líneas generales la riqueza en cuanto a figuras retóricas, ya que es obra de un poeta del conceptismo como Quevedo, máximo representante de éste. En cuanto al plano fónico se refiere, el poeta empieza el poema con una exclamación seguida de una interrogación retórica, haciendo un llamamiento a su propia vida, que pasada es ya. De esta manera, logra marcar el tono del poema, melancólico y pesimista, representativo del Barroco. También en el segundo cuarteto se puede apreciar una interrogación indirecta y retórica, donde el poeta se vuelve a mostrar como a hombre mayor y débil. Respecto al tono del poema, Quevedo se vale de la aliteración del fonema “s” (versos 2-4 y 14 sobretodo) con función de recrear un clima sigiloso, de su vida apagándose. También usa la aliteración con el polisíndeton de “y”, que significa brevedad, otra vez comparándolo a la duración del tiempo de vida. En el verso 13, con motivo de finalización del poema, el poeta utiliza un encabalgamiento en los versos 12 y 13 para informar al lector de que el soneto está a punto de acabar, poniendo énfasis así en lo que viene a continuación, el final del poema. Relacionado con este clima sigiloso creado por el fonema “s”, el poeta utiliza también otro recurso, pasando al plano morfosintáctico ya, para lograr un ritmo silencioso. Se vale de asíndeton en los dos cuartetos y en el primer soneto, para dar disimulo. No obstante, también utiliza el recurso contrario, el polisíndeton, pero con otro fin. En el verso 11 y en el último terceto, se vale de un uso excesivo de la conjunción “y” para hacer un especial hincapié en las personificaciones llevadas a cabo, pausando completamente el ritmo del poema y obligando al lector a fijarse bien en lo que le está siendo enseñado. Cabe destacar también en este plano, la sustantivación abundante tanto de adverbios como del verbo ser. Con esta sustantivación, el poeta logra conceptualizar tanto los adverbios para referirse a pasado, presente y futuro como al verbo ser para referirse, igualmente, al pasado, el ahora y el futuro. Dicho paso del tiempo, queda remarcado con el uso, en su mayoría, de verbos en pretérito perfecto, indicando así que el pasado guarda relación con el presente, debido al paso inexorable del tiempo. El último recurso utilizado de este plano morfosintáctico es el hipérbaton, visible en los versos 3, 5 y 6. Quevedo es capaz de marcar el ritmo que él desea mediante el abundante uso de estos, que forzarán al lector a adecuarse a las exigencias de lectura del poeta. El grupo de figuras retóricas mayoritarias son las pertenecientes al plano léxico, hecho que se puede relacionar al corriente del autor, el conceptismo barroco, que busca dotar del máximo significado a sus palabras. En líneas generales, el poeta hace un abundante uso de prosopopeyas. La primera visible, es la clásica personificación tanto de la Fortuna como de las horas, refiriéndose a la suerte y al tiempo. Esta personificación la lleva a cabo poniendo mayúscula en el momento de escribir tanto fortuna como horas. A continuación, en el verso 6 personifica también la salud y la edad, haciendo el símil con la fortuna y las horas mencionadas en el primer cuarteto. Al principio del primer terceto, Quevedo nos vuelve a mostrar una personificación, pero esta vez de los adverbios “ayer” “mañana” y “hoy”. Gracias a esto, hace más enrevesada la frase y hace reflexionar al lector, típico de la poesía barroca. También en este primer terceto, se encuentra otra personificación en el verso clave, esta vez del verbo ser. Por no repetir el hoy para referirse al presente, el ayer para el pasado y el mañana para el futuro, el autor se compara al verbo ser en diferentes tiempos, transmitiendo así que no solo critica la sociedad ahora, sino que la criticó en el ayer y la criticará en el mañana. En el último terceto vuelve a personificar los adverbios de hoy, mañana y ayer. Relacionado con la exageración y grandilocuencia de los autores barrocos, en el verso 8 hay una hipérbole, en la palabra calamidad, con la que el autor quiere transmitir cuan mala y decadente era España en ese tiempo. Ya en el último terceto, el autor presenta una metáfora en forma de antítesis, juntando el concepto de “pañales” para referirse a juventud, con el de “mortaja” para referirse a vejez con el fin de expresar la brevedad de la vida.
Es un poema corto, la dificultad de su comprensión indica que está dirigido a un público inteligente, que debe encontrar el sentido connotativo completo del texto para llegar a una comprensión total de éste. Quevedo consigue su finalidad a la hora de escribir esta obra, refiriéndome a su propósito de criticar la sociedad en la que vive a la vez que transmite la brevedad de la vida y la calidad de ésta. A pesar de que es un poema de tono apagado y cuya función no es alegrar al lector, Quevedo logra que agrade a la gente porque es un poema que pretende hacer al lector entender al poeta y que se sienta identificado con la situación.
¡Ah de la vida!»... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la Salud y la Edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; Mañana no ha llegado;
Hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el Hoy y Mañana y Ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
Me gustaría comentar antes, que para realizar un buen comentario de un poema no es necesaria la extensión de éste, que es quizás un tanto excesiva.
Francisco de Quevedo, autor madrileño del soneto “Ah de la vida”, fue un poeta barroco del famoso Siglo de Oro español. Era conocido por su enorme cultura y su implicación crítica en la política de los Austrias. De esta manera, en gran parte de su obra existe una crítica tanto hacia la sociedad del momento como hacia el poder regente de su época. En este poema en particular, se puede apreciar esa denuncia social tan característica de la autor, escondida tras unos versos que obligaran al lector a reflexionar si quiere llegar a ella. Cabe añadir que el soneto en cuestión forma parte del libro recopilatorio “El Parnaso español y musas castellanas” publicado en 1648.
El poema es un soneto clásico, formado por dos cuartetos y dos tercetos. En cuanto a estructura interna, no se puede establecer una clara división debido a una carencia de argumento o historia en la que hechos acontecen cronológicamente. Sin embargo, se puede apreciar una división en 3 partes, según las unidades temáticas que forman los versos. La primera parte está formada por los dos cuartetos. Para iniciar el soneto, el poeta hace uso de la forma “¡Ah de la vida!”, procedente del grito marinero “¡Ah del barco!” que se emplea en alta mar para pedir atención desde embarcaciones. Asimismo, Quevedo hace un símil pidiendo atención a la vida, pero con la interrogación siguiente da a entender que no recibe respuesta alguna. Ya en el segundo verso, el poeta quiere dar una imagen al lector de hombre mayor, con experiencia y por tanto con salud delicada, mediante el uso de la palabra “antaños” (errónea gramaticalmente, claro desvío de la norma) para referirse a todos los tiempos pasados que ha vivido. Después de todo lo que ha vivido y de lo que ha sufrido, ahora que es mayor no recibe nada a cambio mientras que hidalgos que no han trabajado viven sin problema alguno. A continuación, en el verso tercero menciona y personifica a “La Fortuna”, que puede ser favorable o desfavorable pero que en este caso, debido al verbo “ha mordido” que tiene una connotación negativa, hace entender que le ha ido mal en la vida. Ya en el cuarto verso, personifica a “las Horas”, refiriéndose al tiempo, para transmitir al lector cómo el tiempo ha pasado y cómo en él se ven rasgos de locura, a consecuencia de su mala vida. Esta locura, es un rasgo típico del poeta barroco, que resultante de una vida trágica, dicen de ellos mismos que acaban aconteciendo desequilibrados o locos. En el segundo cuarteto, versos 5 y 6, Quevedo mediante una exclamación retórica vuelve a mostrarse como una persona mayor, y de salud frágil preguntándose a donde han huido tanto la salud como la edad, otra vez personificando ambos. En el verso 7, el poeta hace uso de dos elementos similares y casi contrarios. Mientras le “Falta la vida”, porque ya es mayor y la muerte está cerca, también le “asiste lo vivido”, recordando al lector que las vivencias de su infortunada vida recuerda y le hacen daño. Ya en el último verso de la primera parte, el autor cierra la unidad temática mediante el uso de una palabra, “calamidad”, que es un claro ejemplo del conceptismo de Quevedo ya que alberga en ella un significado mayor que si hubiera escrito palabras como desgracia o desdicha que son sinónimas. “Calamidad” agrava el sentido del verso, transmitiendo al lector que en él ahora todo son perjuicios y deterioro. En resumen, esta primera parte es un claro ejemplo del tópico literario propio del Barroco, el Tempus Fugit, en la que Quevedo expone su situación, donde el tiempo y la salud han abandonado ya su anciano cuerpo y le han llevado a la locura. La segunda parte la forma únicamente el primer terceto, de vital importancia ya que contiene el verso clave del poema. Este terceto, el poeta empieza por personificar tres adverbios de tiempo, mañana, hoy y ayer con el fin otra vez de transmitir la idea del paso del tiempo y su vertiginosidad. Con esto, Quevedo quiere expresar que no existe el ahora, el tiempo pasado ya ha acabado y el hoy también acabará, igual que hizo el ayer. A diferencia de la primera parte en la que el poeta expresa el paso efímero de la vida con el tópico del Tempus fugit, en esta segunda parte utiliza el tópico de Vita punctum est. Finalmente, para acabar esta segunda parte o primer terceto, Quevedo escribe el que es el verso clave del poema, que define su tema principal. Personificando el verbo ser en esta ocasión, en futuro, en pretérito perfecto simple y en presente transmite de qué manera, queriéndolo o no, todo el mundo pasa por el ayer, el hoy y el mañana. Pero él, siendo un poeta Barroco, que como ha explicado antes es ya mayor y débil, transmite el pesimismo característico de la época con la palabra “cansado”, con connotación negativa. Con este verso clave, el poeta quiere transmitir al lector la impotencia que siente respecto la sociedad que le rodea, una España en la que domina el modo de vida del hidalgo, no se trabaja y se vive de rentas. Así pues, esta segunda parte representa una crítica a la sociedad del momento, desde el pesimismo barroco. Por último, la tercera parte del soneto la compone el segundo terceto. En éste, se juntan las personificaciones del hoy, el mañana y el ayer (las mismas que las mencionadas en el verso 11) con una contraposición de ideas, “pañales y mortaja”, refiriéndose a la etapa de la vida en la que se hace uso de estos (infancia y vejez). De esta manera, juntando la infancia y la vejez, expresa la brevedad de la vida. Para acabar el poema, dice de él mismo que no es otra cosa que “presentes sucesiones de difunto”, queriendo expresar igual que en el primer cuarteto que la vida para él ya ha pasado, y ahora no le espera otra cosa más que la muerte. Cabe destacar el papel de la muerte en el poema, que debido a una vida llena de desgracia, transcurrida en tiempos de desengaño y un país en decadencia, actúa como a liberadora. También es destacable la última palabra utilizada por el autor, “difunto” que cierra así el poema de una manera contundente, sin que quede duda alguna sobre su posición respecto los temas planteados.
El poema consta de 14 versos endecasílabos (arte mayor), dividido en dos cuartetos y dos tercetos, por lo tanto con estructura de soneto. La rima es asonante durante todo el poema, con un esquema de ABBA ABBA CDC DCD. Hay que destacar en líneas generales la riqueza en cuanto a figuras retóricas, ya que es obra de un poeta del conceptismo como Quevedo, máximo representante de éste. En cuanto al plano fónico se refiere, el poeta empieza el poema con una exclamación seguida de una interrogación retórica, haciendo un llamamiento a su propia vida, que pasada es ya. De esta manera, logra marcar el tono del poema, melancólico y pesimista, representativo del Barroco. También en el segundo cuarteto se puede apreciar una interrogación indirecta y retórica, donde el poeta se vuelve a mostrar como a hombre mayor y débil. Respecto al tono del poema, Quevedo se vale de la aliteración del fonema “s” (versos 2-4 y 14 sobretodo) con función de recrear un clima sigiloso, de su vida apagándose. También usa la aliteración con el polisíndeton de “y”, que significa brevedad, otra vez comparándolo a la duración del tiempo de vida. En el verso 13, con motivo de finalización del poema, el poeta utiliza un encabalgamiento en los versos 12 y 13 para informar al lector de que el soneto está a punto de acabar, poniendo énfasis así en lo que viene a continuación, el final del poema. Relacionado con este clima sigiloso creado por el fonema “s”, el poeta utiliza también otro recurso, pasando al plano morfosintáctico ya, para lograr un ritmo silencioso. Se vale de asíndeton en los dos cuartetos y en el primer soneto, para dar disimulo. No obstante, también utiliza el recurso contrario, el polisíndeton, pero con otro fin. En el verso 11 y en el último terceto, se vale de un uso excesivo de la conjunción “y” para hacer un especial hincapié en las personificaciones llevadas a cabo, pausando completamente el ritmo del poema y obligando al lector a fijarse bien en lo que le está siendo enseñado. Cabe destacar también en este plano, la sustantivación abundante tanto de adverbios como del verbo ser. Con esta sustantivación, el poeta logra conceptualizar tanto los adverbios para referirse a pasado, presente y futuro como al verbo ser para referirse, igualmente, al pasado, el ahora y el futuro. Dicho paso del tiempo, queda remarcado con el uso, en su mayoría, de verbos en pretérito perfecto, indicando así que el pasado guarda relación con el presente, debido al paso inexorable del tiempo. El último recurso utilizado de este plano morfosintáctico es el hipérbaton, visible en los versos 3, 5 y 6. Quevedo es capaz de marcar el ritmo que él desea mediante el abundante uso de estos, que forzarán al lector a adecuarse a las exigencias de lectura del poeta. El grupo de figuras retóricas mayoritarias son las pertenecientes al plano léxico, hecho que se puede relacionar al corriente del autor, el conceptismo barroco, que busca dotar del máximo significado a sus palabras. En líneas generales, el poeta hace un abundante uso de prosopopeyas. La primera visible, es la clásica personificación tanto de la Fortuna como de las horas, refiriéndose a la suerte y al tiempo. Esta personificación la lleva a cabo poniendo mayúscula en el momento de escribir tanto fortuna como horas. A continuación, en el verso 6 personifica también la salud y la edad, haciendo el símil con la fortuna y las horas mencionadas en el primer cuarteto. Al principio del primer terceto, Quevedo nos vuelve a mostrar una personificación, pero esta vez de los adverbios “ayer” “mañana” y “hoy”. Gracias a esto, hace más enrevesada la frase y hace reflexionar al lector, típico de la poesía barroca. También en este primer terceto, se encuentra otra personificación en el verso clave, esta vez del verbo ser. Por no repetir el hoy para referirse al presente, el ayer para el pasado y el mañana para el futuro, el autor se compara al verbo ser en diferentes tiempos, transmitiendo así que no solo critica la sociedad ahora, sino que la criticó en el ayer y la criticará en el mañana. En el último terceto vuelve a personificar los adverbios de hoy, mañana y ayer. Relacionado con la exageración y grandilocuencia de los autores barrocos, en el verso 8 hay una hipérbole, en la palabra calamidad, con la que el autor quiere transmitir cuan mala y decadente era España en ese tiempo. Ya en el último terceto, el autor presenta una metáfora en forma de antítesis, juntando el concepto de “pañales” para referirse a juventud, con el de “mortaja” para referirse a vejez con el fin de expresar la brevedad de la vida.
Es un poema corto, la dificultad de su comprensión indica que está dirigido a un público inteligente, que debe encontrar el sentido connotativo completo del texto para llegar a una comprensión total de éste. Quevedo consigue su finalidad a la hora de escribir esta obra, refiriéndome a su propósito de criticar la sociedad en la que vive a la vez que transmite la brevedad de la vida y la calidad de ésta. A pesar de que es un poema de tono apagado y cuya función no es alegrar al lector, Quevedo logra que agrade a la gente porque es un poema que pretende hacer al lector entender al poeta y que se sienta identificado con la situación.
Comentario "Soneto XXIII o en tanto que de rosa y azucena"
COMENTARIO DE TEXTO "SONETO XIII" POR GARCILASO DE LA VEGA
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
Comentario:
Garcilaso de la Vega, autor toledano del soneto XXIII
también conocido como “en tanto que de rosa y azucena”, fue un poeta
renacentista del famoso Siglo de Oro, considerado uno de los mejores escritores
de la literatura española. Fue el introductor de la lírica renacentista con
influencia Italiana en España, y el máximo representante de este movimiento
poético durante el siglo XVI. Se sabe que Garcilaso es procedente de Toledo,
pero la fecha de su nacimiento es indeterminada, datándola entre 1494 y 1503. Garcilaso
es la perfecta imagen del ideal cortesano del Renacimiento, pues su figura no
solo incluía un talento innato para las letras, sino que también poseía destreza
con el arma. Considerado el primer poeta moderno por la manera en la que trata
el tema del amor, escribía con un estilo excepcional para la época, una poesía
intimista y melancólica caracterizada por su manera de redactarla, clara y
naturalista. Garcilaso pasa gran parte de su vida en Italia, donde descubre al
poeta aretino Francesco Petrarca que influye notablemente su obra. Este nuevo
modelo de la lírica renacentista respondía al interés del ser humano como
persona según las ideas humanísticas. El soneto XXIII está dedicado seguramente
a Isabel Freyre, dama portuguesa de la reina y musa de su poesía. Es
probablemente su obra más destacada y reconocida después de su Égloga I.
El poema se divide en 3 partes, claramente diferenciadas
según el tiempo o tiempos verbales predominantes. La primera, versos 1-8, es
una clara descripción idealizada de la mujer, escrita en presente, donde el
autor describe los rasgos físicos de una dama, respecto a su juventud. En ésta,
nos representa el ideal de belleza renacentista, una mujer de cabello dorado, de
tez rosada y blanquecina, labios rojos y largo cuello. El tiempo verbal utilizado
en esta parte, indica que la belleza de la joven es así solo en un efímero
periodo de tiempo, en este caso el presente. La segunda parte, versos 9-11,
tiene la peculiaridad de empezar con un verbo en imperativo, “coged”, con el
fin de remarcar el tema del poema. El yo poético se dirige directamente a la amada, diciéndole que aproveche su
juventud, la primavera, y el dulce fruto producto de ésta, antes de que el
invierno “tiempo airado”, que se entiende como la vejez, haga aparecer canas en
su cabeza (“cubra de nieve la hermosa cumbre”). Por lo tanto, el tema del poema
es el tópico literario por excelencia del renacimiento, el Carpe Diem, una
exhortación al aprovechamiento de la juventud, proveniente de la literatura
clásica latina. Este tema seria bien acogido en la mentalidad renacentista, ya
que refleja un sentido pagano de la existencia, impregnado de vitalismo,
característico de la nueva manera de entender la vida, humanista. La tercera
parte, versos 12-14, está escrita mayoritariamente en futuro, dando así una
sensación de lejanía pero certera. La vejez no le ha pasado factura todavía
pero en un tiempo lo hará, y no hay manera de salvarse. En resumen, concluye
destacando la acción destructora del tiempo y su vertiginosidad.
El poema consta de 14 versos endecasílabos (arte mayor),
dividido en dos cuartetos y dos tercetos, por lo tanto con estructura de
soneto. La rima es asonante durante todo el poema, con un esquema de ABBA ABBA
CDE DCE. El ritmo del poema es pausado,
no expresa urgencia, con el motivo de disfrutar de la juventud y de la belleza
mientras éstas duren. Podemos destacar un total de 4 tópicos literarios, tres de
los cuales son de vital importancia a la hora de diferenciar las partes del
poema. En los primeros dos cuartetos, se da una descriptio puellae,
tópico en el cual se describe a la mujer idealizadamente, según los criterios
renacentistas. A su vez, la descripción contiene tanto prosopografía,
descripción física en este caso de la mujer, como etopeya, una descripción más
profunda, describiendo los rasgos psicológicos y morales. En el primer terceto,
se aprecia el tópico renacentista del carpe diem, con el verbo que
inicia el terceto en imperativo, hecho que hace que sea sumamente fácil
encontrarlo, e identificar así el tema del poema, que coincide con el tópico.
En este terceto se encuentra también otro tópico literario, no de la
importancia de los dos anteriores pero relevante, ya que se relaciona con la
naturaleza renacentista, y a su vez con el paso del tiempo. El tópico en
cuestión es la representación de la edad del hombre o mujer según la estación
del año (“coged de vuestra alegre primavera”). Es un poema de gran riqueza en
cuanto a recursos sintácticos, fónicos y semánticos. Hay que destacar en líneas
generales, la adjetivación abundante de la obra, tanto positiva en los dos
cuartetos (“mirar ardiente”) como negativa en los tercetos (“tiempo airado”).
Algunos de ellos son epítetos, como “clara luz” o “alegre primavera”, que sirven para intensificar la naturaleza de
la propia palabra. El poeta logra transmitir el ritmo pausado mediante dos
encabalgamientos, en los versos 5 y 6, agilizando así esta parte del poema
contagiando la lectura de un ritmo suave y ligero. Relacionada con el ritmo
también, muy evidente es la anáfora “en tanto que” de los versos 1 y 5, que
insiste en la idea del paso del tiempo. Otro elemento que influye en el transcurso
del poema, es el movimiento del pelo de la amada que se representa en el verso
octavo con una gradación “el viento mueve, esparce y desordena”. Garcilaso
consigue la sensación de movimiento y viveza utilizando tres verbos en el mismo
verso y que además representan el movimiento del pelo causado por el viento. Predominan
en los cuartetos los substantivos concretos, tales como “gesto, mirada,
cabello, cuello…” con el fin de tener una prosopografía ordenada y detallada de
la mujer. Contrariamente, en los tercetos predominan substantivos simbólicos,
como “primavera, nieve o cumbre”, en una visión más metafórica de la mujer
descrita. Es apreciable un hipérbaton en el último terceto, cuyo orden lógico
sería:” el tiempo helado marchitará la rosa, la edad ligera lo mudará todo…” Se
trata de un hipérbaton suave propio de la sencillez y naturalidad del estilo
renacentista. El autor se sirve de metonimias, “gesto” refiriéndose al rostro,
y metáforas, con el fin de dar cierta complejidad a su obra y dotar de profundidad
y gran significado a cada uno de los versos. Este último recurso, la metáfora,
es utilizado con abundancia durante el poema, con el motivo de proveer al poema
de elementos cargados de sugerencias, dando así un significado connotativo al
texto. Ejemplos son, “hermosa cumbre”, “cabello de oro”…
Es un
poema corto, la dificultad de su comprensión indica que está dirigido a un
público inteligente, que debe encontrar el sentido connotativo completo del
texto para llegar a una comprensión total de éste. Es una obra renacentista en
su totalidad, Garcilaso consigue transmitir una sensación de equilibrio, ideal
artístico del movimiento cultural en cuestión. A pesar de su tono vitalista,
cabe destacar el matiz pesimista del desenlace, que marca el final del poema,
jugando con la idea del tiempo y su efecto en la juventud. El poeta no es el
primero en abordar el tema principal del
poema, el carpe diem, sino que muchos poetas latinos, incluso el mismo
Petrarca, habían escrito sobre ello anteriormente. Es un claro ejemplo de la imitatio,
uno de los principios artísticos del Renacimiento. Puestos a entender cómo era
la sociedad del momento, la descripción idealizada de la mujer en los primeros
cuartetos, nos dan una visión de cómo era el canon de belleza renacentista,
diferente al actual. Por último, este poema se puede aplicar a la sociedad de
hoy en día, específicamente a la juventud. Con una sociedad tan consumista, el carpe
diem está presente en la juventud actual, refiriéndome a la mentalidad de
gastar y salir de fiesta hoy, sin importar lo que deparará el mañana. Disfrutar
de los placeres de la vida sin importar todo lo demás, antes de llegar a la
edad adulta donde hay que asentar cabeza y esos hábitos dejar.
Comentario "A Dafne huyendo de Apolo"
COMENTARIO DE TEXTO A DAFNE HUYENDO DE APOLO POR FRANCISCO DE QUEVEDO
Tras vos un Alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol ¿y vos, tan cruda?
Vos os volvéis murciégalo sin duda,
Pues vais del Sol y de la luz huyendo.
Dafne, que llaman Sol ¿y vos, tan cruda?
Vos os volvéis murciégalo sin duda,
Pues vais del Sol y de la luz huyendo.
Él os quiere gozar a lo que entiendo
Si os coge en esta selva tosca y ruda,
Su aljaba suena, está su bolsa muda,
El perro, pues no ladra, está muriendo.
Si os coge en esta selva tosca y ruda,
Su aljaba suena, está su bolsa muda,
El perro, pues no ladra, está muriendo.
Buhonero de signos y Planetas,
Viene haciendo ademanes y figuras
Cargado de bochornos y Cometas.
Viene haciendo ademanes y figuras
Cargado de bochornos y Cometas.
Esto la dije, y en cortezas duras
De Laurel se ingirió contra sus tretas,
Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras.
De Laurel se ingirió contra sus tretas,
Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras.
Comentario:
A Dafne huyendo de Apolo es un soneto escrito por Francisco de
Quevedo y Villegas, un poeta madrileño del siglo XVII, que poseía un gran
talento literario en prosa y verso. También era conocido por su enorme cultura
y su implicación crítica en la política de los Austrias. Acudió al libro I de
las Metamorfosis de Ovidio con la intención de aprovechar la conocida
persecución de Dafne por el dios Apolo plasmada con todo lujo de detalles en el
momento de su transformación en laurel. Además acudió al soneto de Garcilaso de
la Vega que enfocaba de un modo más renacentista esta escena de Dafne transformándose en
Laurel, Garcilaso se idealiza en este mito mediante la frustración amorosa de
Apolo con la suya propia con Isabel Freyre. Quevedo usó este mito para avisar
al lector sobre la perturbación del poder regente de su época.
El poema trata sobre una persecución, Apolo que persigue a Dafne, con fines únicamente
sexuales, pero después, Dafne se transforma en un Laurel defraudando así a su
perseguidor. En este poema hay muchas simbologías que habría que analizar una
por una. La voz poética empieza diciendo que a Dafne la persigue un
“alquimista”, aquel que se afana por convertir la flecha de plomo que tiene
clavada Dafne en oro, que es la flecha que a él le ha clavado Cupido. Después,
se sorprende de que Dafne se mantenga “cruda”, un adjetivo que hace verla como
pura carne, un objeto sexual. Luego la compara con un murciélago, ya que está
huyendo y escondiéndose de Apolo que es el dios del Sol, jugando con ese doble
sentido. A continuación expresa el deseo de Apolo de querer gozarla en una
selva tosca y ruda. En el siguiente verso dice que su “está su bolsa muda, el
perro, pues no ladra, está muriendo”, éste verso se refiere a una expresión
popular “dar perro muerto” que significa tener relaciones con una prostituta
sin pagarle. En el primer terceto, Apolo es “buhonero de signos y planetas” que
significa que el sol (Apolo) sigue su órbita por los signos del zodiaco, a
continuación dice que “viene cargado de bochornos y cometas”, el bochorno viene
a que Dafne huye rápida cómo un cometa y Apolo está cansado de perseguirla. Por
último, la voz poética le advierte, y Dafne se transforma en Laurel, dejando al
“Sol a oscuras”, antítesis que utiliza el poeta refiriéndose a que lo deja
desanimado, sin poder conseguir lo que quería. El tema principal de este poema es
la crítica social que se hace mediante la desmitificación del mito clásico de
Apolo y Dafne, con una clara actitud burlesca por parte del autor.
El poema consta de 14 versos endecasílabos (arte mayor), dividido
en dos cuartetos y dos tercetos, por lo tanto con estructura de soneto. La rima
es asonante durante todo el poema, con un esquema de ABBA ABBA CDC DCD. Su transcurso es pausado, exceptuando el
encabalgamiento que aparece en los versos 12 y 13, con motivo de finalización del
poema. También hemos de destacar la frecuente aliteración del fonema “s” con la
función de recrear un clima sigiloso, de persecución. Quevedo es capaz de
marcar el ritmo que él desea mediante el abundante uso de hipérbatos, que
forzarán al lector a adecuarse a las exigencias de lectura del poeta. Otro
aspecto a resaltar es el uso de numerosos substantivos concretos a lo largo del
poema, sobre todo en el momento de la descripción de los personajes, con el
motivo de desmitificar, en este caso, al dios Apolo. El uso de adjetivos
especificativos en el segundo cuarteto, tiene la función de resaltar y hacer
más intenso el significado del substantivo (“la bolsa muda” o “la selva tosca y
ruda”). Éste último, la selva tosca y ruda, hace referencia al tópico literario
de locus amoenus, típico en la literatura renacentista. El laísmo presente en
el primer verso del segundo terceto, puede aludir a la procedencia madrileña
del autor, vulgarizando la frase, y en este caso rebajando el estatus social de
Dafne. La primera parte del poema (dos cuartetos y un terceto) están escritos
en presente, mientras que en el último terceto el poeta decide utilizar el
pretérito imperfecto, indicando al lector que Dafne finalmente consigue huir de
Apolo, y por lo tanto que finaliza entonces el poema. El léxico de éste, va
desde cultismos como el “vos” del primer cuarteto, hasta el prosaísmo, tomando
como a ejemplo la expresión “el perro, pues no ladra, está muerto” (también
expresión típica de su ciudad natal) del octavo verso, con el mismo motivo de
desmitificar tanto al dios Apolo como a la ninfa Dafne. Dicha desmitificación
queda resaltada con la visión general del poema, observando como de la metáfora
clásica del mítico cazador y de la inocente virgen, el autor consigue
convertirlos en el patético exhibicionista y la mujer depravada, que se adecuan
al marco histórico social del momento.
Es un poema corto, la dificultad de su comprensión indica que está
dirigido a un público inteligente, que debe encontrar el sentido connotativo completo
del texto para llegar a una comprensión total de éste. Quevedo consigue su
finalidad a la hora de escribir esta obra, refiriéndome a su propósito de
desmitificar la historia de Apolo y Dafne (ideal grecolatino). Logra que el
mito pierda su valor religioso y doctrinal, y se transforme en una denuncia
social de la situación que se vivía en el siglo, ya que el dinero se
convertiría en el centro de toda actividad de la sociedad. A pesar de ser un
poema sobre mitología griega, el poeta lo convierte en una versión adaptada a
la cultura occidental del momento, de manera que sea bien acogido entre sus
lectores.
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