diumenge, 5 de juny del 2016

Comentario "¡Ah de la vida!"

COMENTARIO DE TEXTO ¡AH DE LA VIDA! POR FRANCISCO DE QUEVEDO

¡Ah de la vida!»... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la Salud y la Edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; Mañana no ha llegado;
Hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el Hoy y Mañana y Ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Comentario:

Me gustaría comentar antes, que para realizar un buen comentario de un poema no es necesaria la extensión de éste, que es quizás un tanto excesiva.

Francisco de Quevedo, autor madrileño del soneto “Ah de la vida”, fue un poeta barroco del famoso Siglo de Oro español. Era conocido por su enorme cultura y su implicación crítica en la política de los Austrias. De esta manera, en gran parte de su obra existe una crítica tanto hacia la sociedad del momento como hacia el poder regente de su época. En este poema en particular, se puede apreciar esa denuncia social tan característica de la autor, escondida tras unos versos que obligaran al lector a reflexionar si quiere llegar a ella. Cabe añadir que el soneto en cuestión forma parte del libro recopilatorio “El Parnaso español y musas castellanas” publicado en 1648.

El poema es un soneto clásico, formado por dos cuartetos y dos tercetos. En cuanto a estructura interna, no se puede establecer una clara división debido a una carencia de argumento o historia en la que hechos acontecen cronológicamente. Sin embargo, se puede apreciar una división en 3 partes, según las unidades temáticas que forman los versos. La primera parte está formada por los dos cuartetos. Para iniciar el soneto, el poeta hace uso de la forma “¡Ah de la vida!”, procedente del grito marinero “¡Ah del barco!” que se emplea en alta mar para pedir atención desde embarcaciones. Asimismo, Quevedo hace un símil pidiendo atención a la vida, pero con la interrogación siguiente da a entender que no recibe respuesta alguna. Ya en el segundo verso, el poeta quiere dar una imagen al lector de hombre mayor, con experiencia y por tanto con salud delicada, mediante el uso de la palabra “antaños” (errónea gramaticalmente, claro desvío de la norma) para referirse a todos los tiempos pasados que ha vivido. Después de todo lo que ha vivido y de lo que ha sufrido, ahora que es mayor no recibe nada a cambio mientras que hidalgos que no han trabajado viven sin problema alguno. A continuación, en el verso tercero menciona y personifica a  “La Fortuna”, que puede ser favorable o desfavorable pero que en este caso, debido al verbo “ha mordido” que tiene una connotación negativa, hace entender que le ha ido mal en la vida. Ya en el cuarto verso, personifica a “las Horas”, refiriéndose al tiempo, para transmitir al lector cómo el tiempo ha pasado y cómo en él se ven rasgos de locura, a consecuencia de su mala vida. Esta locura, es un rasgo típico del poeta barroco, que resultante de una vida trágica, dicen de ellos mismos que acaban aconteciendo desequilibrados o locos. En el segundo cuarteto, versos 5 y 6, Quevedo mediante una exclamación retórica vuelve a mostrarse como una persona mayor, y de salud frágil preguntándose a donde han huido tanto la salud como la edad, otra vez personificando ambos. En el verso 7, el poeta hace uso de dos elementos similares y casi contrarios. Mientras le “Falta la vida”, porque ya es mayor y la muerte está cerca, también le “asiste lo vivido”, recordando al lector que las vivencias de su infortunada vida recuerda y le hacen daño. Ya en el último verso de la primera parte, el autor cierra la unidad temática mediante el uso de una palabra, “calamidad”, que es un claro ejemplo del conceptismo de Quevedo ya que alberga en ella un significado mayor que si hubiera escrito palabras como desgracia o desdicha que son sinónimas. “Calamidad” agrava el sentido del verso, transmitiendo al lector que en él ahora todo son perjuicios y deterioro. En resumen, esta primera parte es un claro ejemplo del tópico literario propio del Barroco, el Tempus Fugit, en la que Quevedo expone su situación, donde el tiempo y la salud han abandonado ya su anciano cuerpo y le han llevado a la locura. La segunda parte la forma únicamente el primer terceto, de vital importancia ya que contiene el verso clave del poema. Este terceto, el poeta empieza por personificar tres adverbios de tiempo, mañana, hoy y ayer con el fin otra vez de transmitir la idea del paso del tiempo y su vertiginosidad. Con esto, Quevedo quiere expresar que no existe el ahora, el tiempo pasado ya ha acabado y el hoy también acabará, igual que hizo el ayer. A diferencia de la primera parte en la que el poeta expresa el paso efímero de la vida con el tópico del Tempus fugit, en esta segunda parte utiliza el tópico de Vita punctum est. Finalmente, para acabar esta segunda parte o primer terceto, Quevedo escribe el que es el verso clave del poema, que define su tema principal. Personificando el verbo ser en esta ocasión, en futuro, en pretérito perfecto simple y en presente transmite de qué manera, queriéndolo o no, todo el mundo pasa por el ayer, el hoy y el mañana. Pero él, siendo un poeta Barroco, que como ha explicado antes es ya mayor y débil, transmite el pesimismo característico de la época con la palabra “cansado”, con connotación negativa. Con este verso clave, el poeta quiere transmitir al lector la impotencia que siente respecto la sociedad que le rodea, una España en la que domina el modo de vida del hidalgo, no se trabaja y se vive de rentas. Así pues, esta segunda parte representa una crítica a la sociedad del momento, desde el pesimismo barroco. Por último, la tercera parte del soneto la compone el segundo terceto. En éste, se juntan las personificaciones del hoy, el mañana y el ayer (las mismas que las mencionadas en el verso 11) con una contraposición de ideas, “pañales y mortaja”, refiriéndose a la etapa de la vida en la que se hace uso de estos (infancia y vejez). De esta manera, juntando la infancia y la vejez, expresa la brevedad de la vida. Para acabar el poema, dice de él mismo que no es otra cosa que “presentes sucesiones de difunto”, queriendo expresar igual que en el primer cuarteto que la vida para él ya ha pasado, y ahora no le espera otra cosa más que la muerte. Cabe destacar el papel de la muerte en el poema, que debido a una vida llena de desgracia, transcurrida en tiempos de desengaño y un país en decadencia, actúa como a liberadora. También es destacable la última palabra utilizada por el autor, “difunto” que cierra así el poema de una manera contundente, sin que quede duda alguna sobre su posición respecto los temas planteados.

El poema consta de 14 versos endecasílabos (arte mayor), dividido en dos cuartetos y dos tercetos, por lo tanto con estructura de soneto. La rima es asonante durante todo el poema, con un esquema de ABBA ABBA CDC  DCD. Hay que destacar en líneas generales la riqueza en cuanto a figuras retóricas, ya que es obra de un poeta del conceptismo como Quevedo, máximo representante de éste. En cuanto al plano fónico se refiere, el poeta empieza el poema con una exclamación seguida de una interrogación retórica, haciendo un llamamiento a su propia vida, que pasada es ya. De esta manera, logra marcar el tono del poema, melancólico y pesimista, representativo del Barroco. También en el segundo cuarteto se puede apreciar una interrogación indirecta y retórica, donde el poeta se vuelve a mostrar como a hombre mayor y débil. Respecto al tono del poema, Quevedo se vale de la aliteración del fonema “s” (versos 2-4 y 14 sobretodo) con función de recrear un clima sigiloso, de su vida apagándose. También usa la aliteración con el polisíndeton de “y”, que significa brevedad, otra vez comparándolo a la duración del tiempo de vida.  En el verso 13, con motivo de finalización del poema, el poeta utiliza un encabalgamiento en los versos 12 y 13 para informar al lector de que el soneto está a punto de acabar, poniendo énfasis así en lo que viene a continuación, el final del poema. Relacionado con este clima sigiloso creado por el fonema “s”, el poeta utiliza también otro recurso, pasando al plano morfosintáctico ya, para lograr un ritmo silencioso. Se vale de asíndeton en los dos cuartetos y en el primer soneto, para dar disimulo. No obstante, también utiliza el recurso contrario, el polisíndeton, pero con otro fin. En el verso 11 y en el último terceto, se vale de un uso excesivo de la conjunción “y” para hacer un especial hincapié en las personificaciones llevadas a cabo, pausando completamente el ritmo del poema y obligando al lector a fijarse bien en lo que le está siendo enseñado. Cabe destacar también en este plano, la sustantivación abundante tanto de adverbios como del verbo ser. Con esta sustantivación, el poeta logra conceptualizar tanto los adverbios para referirse a pasado, presente y futuro como al verbo ser para referirse, igualmente, al pasado, el ahora y el futuro. Dicho paso del tiempo, queda remarcado con el uso, en su mayoría, de verbos en pretérito perfecto, indicando así que el pasado guarda relación con el presente, debido al paso inexorable del tiempo. El último recurso utilizado de este plano morfosintáctico es el hipérbaton, visible en los versos 3, 5 y 6. Quevedo es capaz de marcar el ritmo que él desea mediante el abundante uso de estos, que forzarán al lector a adecuarse a las exigencias de lectura del poeta. El grupo de figuras retóricas mayoritarias son las pertenecientes al plano léxico, hecho que se puede relacionar al corriente del autor, el conceptismo barroco, que busca dotar del máximo significado a sus palabras. En líneas generales, el poeta hace un abundante uso de prosopopeyas. La primera visible, es la clásica personificación tanto de la Fortuna como de las horas, refiriéndose a la suerte y al tiempo. Esta personificación la lleva a cabo poniendo mayúscula en el momento de escribir tanto fortuna como horas. A continuación, en el verso 6 personifica también la salud y la edad, haciendo el símil con la fortuna y las horas mencionadas en el primer cuarteto. Al principio del primer terceto, Quevedo nos vuelve a mostrar una personificación, pero esta vez de los adverbios “ayer” “mañana” y “hoy”. Gracias a esto, hace más enrevesada la frase y hace reflexionar al lector, típico de la poesía barroca. También en este primer terceto, se encuentra otra personificación en el verso clave, esta vez del verbo ser. Por no repetir el hoy para referirse al presente, el ayer para el pasado y el mañana para el futuro, el autor se compara al verbo ser en diferentes tiempos, transmitiendo así que no solo critica la sociedad ahora, sino que la criticó en el ayer y la criticará en el mañana. En el último terceto vuelve a personificar los adverbios de hoy, mañana y ayer. Relacionado con la exageración y grandilocuencia de los autores barrocos, en el verso 8 hay una hipérbole, en la palabra calamidad, con la que el autor quiere transmitir cuan mala y decadente era España en ese tiempo. Ya en el último terceto, el autor presenta una metáfora en forma de antítesis, juntando el concepto de “pañales” para referirse a juventud, con el de “mortaja” para referirse a vejez con el fin de expresar la brevedad de la vida.

Es un poema corto, la dificultad de su comprensión indica que está dirigido a un público inteligente, que debe encontrar el sentido connotativo completo del texto para llegar a una comprensión total de éste. Quevedo consigue su finalidad a la hora de escribir esta obra, refiriéndome a su propósito de criticar la sociedad en la que vive a la vez que transmite la brevedad de la vida y la calidad de ésta. A pesar de que es un poema de tono apagado y cuya función no es alegrar al lector, Quevedo logra que agrade a la gente porque es un poema que pretende hacer al lector entender al poeta y que se sienta identificado con la situación.

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