Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevaré el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa:
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Comentario:
Francisco de Quevedo, autor del
presente poema, nació en Madrid el 14 de septiembre de 1580, mayormente
conocido por su obra poética, perteneció al siglo XVII, Siglo de Oro. Estudió
Filosofía, Francés, Italiano y Lenguas Clásicas; en 1600 en Valladolid estudió
Teología y Patrística. La realidad política y social de su época despertó en
Quevedo un fuerte sentimiento de desengaño y pesimismo, que inundó toda su obra
tanto en prosa como en verso. Murió en Villanueva de los Infantes el 8 de
septiembre de 1645, enfermo y atormentado, después de haber pasado por la
cárcel y de haber vivido una madurez que cada vez fue más crítica y más
infeliz.
“Cerrar podrá mis ojos la postrera”,
también llamado “Amor constante más allá de la muerte” es un soneto que forma
parte de la obra poética amorosa del autor Francisco de Quevedo, publicado en
1620.
El tema
principal del soneto es la constancia del amor después de la muerte, es decir
su pervivencia más allá de la muerte. El tema se describe muy bien en el último
verso del poema: “Polvo serán, mas polvo enamorado”, donde dice que al final
todo lo físico se convertirá en polvo, en nada, aun así este polvo, será un
polvo con sentimientos, un polvo vivo, un polvo enamorado.
Este texto está dividido
en dos cuartetos y en dos tercetos, por lo tanto sigue la estructura de un
soneto. Está formado por versos endecasílabos y de rima consonante 11A/11B/11B/11A
11A/11B/11B/11A 11C/11D/11C 11C/11D/11C.
A lo largo del
poema podemos encontrar múltiples
figuras retóricas como son: el hipérbaton, que es la alteración del orden
lógico en la estructura gramatical de una frase, como podemos comprobar en “Cerrar
podrá mis ojos la postrera sombra”, “venas que humor a tanto fuego han dado” y
en otros versos a lo largo del soneto; también podemos encontrar alguna
metáfora como en el segundo verso, “el blanco día”, que se refiere a la
eternidad, ya que aquí blanco representaba la muerte; la sombra también representa la
muerte, y la llama, el amor. En la segunda estrofa se refiere al olvido como la
memoria que arde en el agua del río, como vida, más tarde vuelve a identificar
el olvido con la ley severa. Encontramos alguna personificación: “mas polvo
enamorado”, como podremos deducir el polvo no puede enamorarse, así que este
polvo se está refiriendo a otra cosa, en este caso al alma, que a su vez
también es una personificación y una metonimia (la parte por el todo). También hay aliteraciones, repetición de sonidos parecidos en un verso: “Polvo
serán, mas polvo enamorado”, se repiten mucho las vocales “o” y “a”, y la “r”
en “Cerrar podrá mis ojos la postrera/ sombra”; encontramos un encabalgamiento,
estas dos figuras: la aliteración y el encabalgamiento en el primer verso hacen
que el principio del soneto sea muy intenso, empieza con mucha fuerza.
Respecto a la
morfología, es decir, las clases de palabras que ha elegido el poeta, podemos
destacar dos verbos principales en el primer cuarteto: cerrar (cerrar la
postrera sombra) y desatar (desatar esta alma mía) que son dos infinitivos que
funcionan como si fuera una sentencia para el resto del poema. Por otra parte postrera sombra, blanco día y polvo enamorado
son adjetivos con mucha carga simbólica. Por tanto también podemos hablar de un
léxico con carga simbólica.
El poema está escrito en
primera persona del singular para expresar las ideas sobre el amor del poeta,
por tanto es un poema lírico. La forma de este poema ya la he explicado en la
estructura, donde he hablado de algunas figuras retóricas como el hipérbaton,
las metáforas, la personificación y alguna aliteración. Y para darle una mayor
carga significativa el autor usa algún un tópico literario, como el que
contiene el tema principal, “Amor post mortem”, el amor después de la muerte,
en el que incluye algunas referencias a la cultura griega como el mito del río
Lete, y la importancia de los cuatro humores en la salud de los griegos.
En el primer cuarteto
dice que la última sombra, la muerte, podrá cerrar sus ojos; continúa diciendo
que alcanzará el blanco día, color que simbolizaba la muerte, pues el tono
pálido que crea representa lo fantasmal de la muerte; e insiste en la idea,
diciendo que cuando alcance el blanco día su alma se liberará del cuerpo
ansioso.
El yo poético empieza el
segundo cuarteto hablando del siguiente mito griego: los griegos creían que
para entrar en su inframundo debían pasar el río Lete donde supuestamente se
encontraba su entrada, pero para conseguir reencarnar el alma debían beber de
su agua, lo que además les provocaba un olvido total. En este cuarteto, el
poeta afirma que solo en la ribera podía arder la memoria, es decir, solo en el
río se puede conseguir el olvido, sin embargo él pierde el respeto a la ley severa, que es el olvido, y se niega
a perder su memoria.
Quevedo, en el primer
terceto, se queja de que su alma haya sido prisionera de su cuerpo durante toda
su vida y de que sus humores y las médulas hayan contribuido a la expresión de
su amor: “venas, que humor a tanto fuego han dado” (teoría de los cuatro
humores que se usaba desde los griegos: bilis negra, bilis, sangre y flema), y
“médulas, que han gloriosamente ardido”.
Finalmente en el último
terceto el autor empieza con estas palabras “su cuerpo dejarán”, tendría más
sentido escribirlo en singular ya que supuestamente se refiere al alma, la que
dejará y se liberará del cuerpo. Todo se convertirá en cenizas y por lo tanto
serán polvo, pero no solo polvo, sino un polvo enamorado, después de la muerte del cuerpo el alma sigue
amando, puesto que conserva la memoria del amor, que el autor se ha negado a
olvidar.
Quevedo fue un hombre
apasionado como demuestra su poesía amorosa, aunque ha sido calificado como
misógino, pero a pesar de su antifeminismo, que fue muchas veces expresado por
él, como dice Dámaso Alonso, fue “el más alto poeta de amor de la literatura
española” 1
y es cierto que
alguno de sus poemas amorosos son bellísimos y profundos. En su poesía amorosa une algunos tópicos
tradicionales que proceden del neoplatonismo o el petrarquismo, los cuales
reinventa gracias a su lenguaje innovador. Quevedo recurre también a temas
clásicos como el origen y los efectos del amor, la belleza de la amada, el goce
de amar, pero, sobre todo, insiste en el sufrimiento de quien ama. La angustia
amorosa lleva a un amor inmortal, con el que se enfrentan lo efímero y lo
eterno, y en el que la poesía amorosa se parece a la poesía moral en la medida
en que el autor habla de su idea sobre las costumbres amorosas tal como él las
entiende en un siglo complejo, empobrecido y en crisis, donde, a pesar de todo,
el recuerdo del amor, lo aprendido de él, en cierto modo puede salvar a quien
es capaz de amar, así lo demuestra el poema que se acaba de comentar, uno de
los poemas líricos más conocidos, que acaba con el verso que muestra el triunfo del amor ante la
muerte y el tiempo: “Polvo serán, mas polvo enamorado”, que es la gran lección
de este poema.
Don Francisco de Quevedo
cambió la imitación renacentista por la invención barroca; frente al equilibrio
y la harmonía renacentistas, triunfan el artificio, la intensificación, la
tendencia a los extremos, lo extravagante,…con el objetivo de provocar admiración.
Culteranismo, cuyo máximo
representante fue Góngora, y Conceptismo,
cuyo máximo representante fue Quevedo, son los dos estilos que consiguen esta
renovación, uno en la forma y otro, en el contenido. Belleza formal y
ornamental pero, sobre todo, búsqueda de
significados profundos, esta última idea fue la que hizo de este autor uno
de los poetas más importantes de su época y de la literatura española.
1 Quevedo,
Francisco de; Antología poética, Colección Clásicos Españoles, (El País),
páginas 11-13, 2005.
Comentario por: Don A.T.
Eres muy grande tito sigue asi
ResponEliminaMolt útil!
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